Él no tenía nombre. Era un Genin; tan solo una sombra en la
noche, de movimientos fluidos y furtivos. Él no existía.
Pero iba a matar al Daimyo Hiraka. Esa era su misión. Y Él
nunca fracasaba en una misión.
Encaramado en lo alto del tejado de la fortaleza, podía ver
a los guardias moverse allá abajo. Llevaba días observando; se colocaba en su
posición, oculto a miradas ajenas y analizaba recorridos, cambios de guardia e
incluso cómo se movían cada uno de los hombres que formaban el cuerpo de
centinelas. Había memorizado todos estos datos y ahora estaba listo para
atacar.
A cubierto bajo el manto de la oscuridad sin luna, el Genin
se descolgó del tejado con habilidad felina y fluyendo como el agua, mató al
primer guardia con su wakizashi y escondió el cuerpo tras unos cestos. Avanzó a través de las terrazas y balcones,
esquivando a los guardias con facilidad, ya que sabía en todo momento dónde iba
a estar. En menos de dos minutos estuvo frente a la puerta de la estancia del
Daimyo. Sabía que el suelo de la estancia había sido fabricado al estilo “piso
de ruiseñor”, por lo que ni con sus “pies de gato” podría evitar los crujidos
que le delatarían. Pero Él tenía muchos recursos, no por nada era uno de los
mejores Genin de su clan.
El Señor Hiraka, dueño del castillo, s encontraba
acuclillado, sumido en sus meditaciones. Hiraka era un gran samurái, un
guerrero temible y un líder respetado. Él sabía que Hiraka tenía posibilidades
de vencerle en un combate honorable. Pero ese no era su estilo, el Genin no iba
a darle ninguna oportunidad a su presa. Acuclillado sobre la viga, como un
siniestro Shinigami de oscuridad, observaba la espalda del Daimyo. La shuriken
surgió de uno de sus bolsillos y voló desde su mano, con una precisión mortal,
para clavarse en la nuca de Hiraka. El veneno que la impregnaba era tan
potente, que cuando el cuerpo del Daimyo tocó el suelo, haciendo resonar el
“piso de ruiseñor”, ya estaba muerto.
Un gran alboroto se formó cuando los centinelas entraron en
tromba desde una puerta lateral secreta, menos de diez segundos después. Pero
cuando llegaron, Él ya no se encontraba allí. En la habitación solo había el
cuerpo de un hombre muerto. Otro
objetivo cumplido.
Kensei, juego de escaramuzas inspirado en el Japón Feudal.
http://www.mirmidonia.com/listado.aspx?cat=29
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